miércoles, 21 de septiembre de 2016

(Ilustración de “Diari de Tarragona.com; 29.08.16)
VOTAR ¿CANTANDO VILLANCICOS?
          Falta poco tiempo para ver cómo cerramos un año con un gobierno sin actividad, con un Parlamento parado y paralizado, sin oposición, sin presupuestos y con dos investiduras fracasadas. Mientras, la ciudadanía acrecienta su cansancio y hartazgo ante unos políticos ineptos que nada resuelven y que nos convocarán a unas nuevas elecciones mientras entonamos villancicos.
Quisiera que alguien explicara las razones de la pasividad y la inacción de Rajoy, que nada ha propuesto para que algunos partidos, el PSOE por ejemplo, cambien el sentido de su voto para poder formar un nuevo gobierno. ¿Qué concesiones pone sobre la mesa el candidato Rajoy para facilitar la abstención del PSOE? Y a Pedro Sánchez alguien debiera soplarle al oído que abstenerse no es apoyar a un gobierno y a sus políticas, sino permitir formar gobierno.
A todos los partidos con representación parlamentaria, pero de forma algo más específica al PP y al PSOE, les corresponde romper el bloqueo y recuperar la normalidad institucional en España. No se puede banalizar con la voluntad popular repitiendo elecciones hasta que el resultado sea el que más conviene a unos determinados cálculos e intereses. No sé quién es más insensato: si Rajoy por incapaz para propiciar el acuerdo o Sánchez por su enrocamiento en el no.
Si hace unos meses sabíamos que el no infranqueable de Rajoy a Sánchez nos conducía a unas segundas elecciones, ahora sabemos que el no infranqueable de Sánchez a Rajoy nos lleva directos a unas terceras elecciones. Desde mi punto de vista, no hay otras alternativas viables después de escuchar  a los políticos amantes del megáfono y sectarios hasta el aburrimiento.
Me duele pensar que el PSOE pueda ser irrelevante en la política española. Si el PSOE fue un partido modernizador y gobernó durante algunos años, fue por su pragmatismo, por su racionalidad, por su programa de centroizquierda, porque tenía clara la integración en Europa, porque supo contar con sectores profesionales progresistas que veían en la globalización el anclaje para seguir modernizando este país.
Seguí con interés la investidura fracasada de Sánchez y he seguido con similar interés la fracasada investidura de Rajoy. Cuando Sánchez pronunciaba su discurso manifestando su negativa rotunda a facilitar un gobierno a Rajoy, mi impresión es que hablaba a los votantes socialistas y no al candidato.
¿Y en quien pensaba Rajoy cuando hablaba? Porque daba la impresión de ningunear incluso a quienes habían comprometido su voto afirmativo con un pacto previo. Para Rajoy la investidura es un simple acto de adhesión. No sabe gestionar las cosas de otra forma.
Seguramente le resultará duro a Rajoy pensar que en la vida hay otras opciones diferentes a la adhesión y seguramente le resultará duro a Sánchez modificar el sentido de su voto. No entiendo la estática posición de Rajoy y entiendo que la posición mantenida por Pedro Sánchez es legítima, pero se agota en si misma al no explicar qué solución ofrece a la parálisis política.
Para conseguir acuerdos hay que negociar, lo que supone aceptar al negociador y entender que debe haber cesiones de parte y parte. Y hoy, quien tiene la responsabilidad de plantear propuestas que no sean irrechazables es Rajoy, como legítimo aspirante a ser investido Presidente. Haber ganado las elecciones le concede esa legitimidad, pero no los apoyos necesarios para ser investido Presidente y comenzar a gobernar. Por ello debiera esforzarse bastante más en conseguir apoyos. Pero si no hay otra  alternativa viable, habrá que convenir que la solución adecuada con la voluntad de las urnas, es permitir gobernar a quienes más votos obtuvieron.
En un sistema parlamentario pluripartidista, la ciudadanía espera que los políticos, negociando a derecha y a izquierda, hagan política, pensando que este país nuestro está necesitado de reformas urgentes para que el Estado no termine haciendo aguas. Y esas reformas necesitan mayoría y en algunos casos mayorías cualificadas.
Temas como una reforma fiscal duradera, una ley de educación no sujeta a los intereses de un partido u otro, una reforma electoral equilibrada, garantizar el Estado de bienestar incluyendo el pago de las pensiones, asegurar el respeto a las instituciones del Estado, necesitan consensos amplios e inclusivos en un Parlamento activo, plural y complejo, donde se sepa que el Gobierno debe abandonar su tendencia al Real Decreto y aceptar que la negociación debe ser obra y acción de cada día. Consensos necesarios para desarrollar una educación que capacite a las nuevas generaciones de españoles para que renuncien a localismos y a regionalismos recurrentes y vean en la globalización no un espantajo sino una oportunidad para su futuro.
Si aceptamos el final de gobiernos presidencialistas arropados por mayorías absolutas, debemos aceptar, de igual manera, la importancia de la democracia parlamentaria, y no confundir el Parlamento con un espacio donde las soflamas, la querencia asamblearia, la sobreactuación  y las formas más atrabiliarias, sustituyen a la dialéctica, al argumento, y a la negociación y el acuerdo.
No quiero pensar que existe en la política española un sectarismo existencial que impide verdaderos acuerdos transversales capaces de enfrentarse a los problemas del país, incluido el problema territorial que sólo un amplio acuerdo podrá ofrecer ciertas garantías de éxito.

(Publicado en “El Diario Montañés”; 19.09.16)

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