jueves, 31 de julio de 2008

JUÁN NEGRÍN, UNA RECUPERACIÓN NECESARIA

La edición de El Socialista de 23 de abril de 1946, publicaba un comunicado por el que se informaba que 36 militantes del PSOE, afines a la línea política de Juan Negrín, eran expulsados del Partido.
En aquella lista, además de Negrín, figuraban Julio Álvarez del Vayo, Ramón Lamoneda (ex - Secretario General del PSOE), Ramón González Peña (ex – Presidente del PSOE), Jerónimo Bujeda, Matilde de la Torre, Juan Simeón Vidarte, Ángel Galarza, Amaro del Rosal, Max Aub y otros hombres y mujeres menos conocidos.
Personalmente espero y deseo que en un acto público de justicia y reivindicación histórica, el PSOE repare con dignidad este olvido y se rinda homenaje a estos hombres y mujeres.
Juan Negrín (Las Palmas 1892 - París 1956) fue acusado de estar al servicio de la Unión Soviética y de los comunistas en la etapa en la que fue Presidente del Gobierno de la República entre 1937, siendo Presidente de la república Manuel Azaña, y 1945 ya en el exilio.
Indalecio Prieto siempre estuvo convencido, hasta la obsesión, de la creciente influencia de los comunistas en el Gobierno que presidía Negrín y aquella resolución de 1946, fue una consecuencia más de las polémicas que fragmentaron a los socialistas durante los últimos tiempos anteriores a la derrota militar de la República en abril de 1939 y en el exilio. Las tesis por las que fueron expulsados fue muy asumida por los socialistas de entonces.
Negrín dirigió el Gobierno de España en una etapa muy complicada que se extendió hasta el final de la guerra civil y debe ser reconocido como uno de los dirigentes históricos del PSOE en la etapa republicana y de la guerra civil.
Historiadores como Ricardo Miralles y Enrique Moradiellos y estudios de Ángel Viñas, Gabriel Jackson, Paul Preston, Yolanda Pérez Ramírez o José Andrés Rojo, han reivindicado con la figura de Negrín como científico y como político socialista, rehabilitando al personaje como estadista.
Si los franquistas acusaron a Negrín de traidor y los comunistas influyeron para extender la imagen de un Negrín entregado a sus tesis, por el bando republicano y por un sector de socialistas fue acusado de ser un agente al servicio de los comunistas y de la Unión Soviética y de haber prolongado inútilmente la guerra civil en beneficio de los planes de los dirigentes soviético. "Negrín nunca fue comunista", escribió Santiago Carrillo en octubre de 2006.
Estudió medicina en Alemania y se vinculó a la Escuela de Fisiología de Leipzig y se doctoró en 1912. Regresó a España en 1916 y después de consolidar su carrera como médico y profesor de fisiología en la Universidad Central de Madrid, se incorporó al PSOE en 1929, abandonando sus actividades académicas e investigadoras. Creía como ocurrió con el SPD en la República de Weimar, que el PSOE sería la fuerza encargada de vertebrar la democracia en España. Fue discípulo de Ramón y Cajal y profesor de Severo Ochoa y Grande Covián.
Hablaba francés, ingles y alemán, lo que no era ni es normal en los políticos españoles y por ello pudo representar a España en la Organización Internacional del Trabajo y en la Unión Interparlamentaria Europea. Siempre mantuvo una decidida vocación europeísta.
Profesaba un socialismo moderado y era partidario de reformar la Universidad y de implantar una educación laica en España como instrumentos para que progresara el país.
Fue nombrado Ministro de Hacienda en el primer Gobierno de Largo Caballero en septiembre de 1936 y Presidente del Gobierno en mayo de 1937.
Durante su gobierno se cometieron numerosos desmanes por anarquistas y comunistas, como el asesinato de Andreu Nin y la plana mayor del POUM y se acusó a Negrín de no haber reaccionado como hubiera sido deseable, para no molestar a los soviéticos y mantener su apoyo, la única ayuda con la que contaba entonces el Gobierno de la República. En realidad, el asesinato de Nin fue una operación de los servicios secretos de la Unión Soviética, la NKVD, ejecutada por agentes soviéticos y comunistas españoles sin conocimiento de Negrín.
Como Azaña, como Prieto y como otros ministros de la República, Negrín hubiera deseado sentirse más acompañado por las democracias occidentales y no tanto por la Unión Soviética.
El 30 de abril de 1938, constituido el segundo gobierno de Negrín denominado de "Unión Nacional", se hicieron públicos los "trece puntos", que concretaban los objetivos para que continuara la lucha y sobre los que se podía establecer un principio de acuerdo con los sublevados. Era una propuesta más moderada que la del Frente Popular y fue apoyada expresamente por la CNT y la UGT, aunque no por la FAI. La oferta fue rechazada por Franco que exigió siempre una rendición incondicional.
Acabada la Guerra aparecieron de nuevo las diferencias y malos entendidos con Prieto, siendo destacada la controversia cuando hubo que decidir la administración y destinos de los bienes que trasladó el "Vita" a México. Los dirigentes del exilio dieron un lamentable espectáculo de división, cuando lo necesario era una posición común para afrontar los graves problemas de los exiliados y de los vencidos.
"Resistir para vencer", frase pronunciada por Negrín en marzo de 1938, era su consigna y como ha escrito Moradiellos, en su olvido influyó la aguda controversia sobre el significado político de su gestión de gobierno y consecuencia de las amargas diferencias políticas que afectaron al bando republicano durante el conflicto y en el largo y prolongado exilio.
Negrín pensó que si el conflicto europeo no estallaba había que resistir. Internamente había que conservar una posición de fuerza que pudiera arrancar las mejores condiciones si se llegaba a una negociación con los rebeldes y en el exterior había que conservar el apoyo de la Unión Soviética a la República, que era el apoyo diplomático y militar mas consistente y ello imponía la colaboración con el Partido Comunita de España. Esta estrategia política terminó naufragando. 1938 fue para la República un año de fracasos en lo militar y en el apoyo de las democracias occidentales.
No hubo alternativa a la política de Negrín. Se quebró su amistad con Prieto, que había sido destituido como Ministro de Defensa en abril de 1938, y a ello se sumó la enemistad de Largo Caballero y de Besteiro y se mantuvo la inhibición de Francia y Gran Bretaña. Las cartas que se cruzaron Prieto y Negrín a partir de 1939 prueban las profundas desavenencias entre los dos referentes del socialismo español.
La creación el 6 de marzo de 1939 del Consejo Nacional de Defensa, lo que se ha llamado el "Golpe de Casado", fue definitivo para Negrín. El Coronel Casado terminó huyendo a Inglaterra y de los miembros de aquel Consejo únicamente permaneció hasta el final Julián Besteiro.
Durante la Segunda Guerra Mundial Negrín permaneció en Europa, primero en París y luego en Londres, como una gesto significativo de apoyo a las democracias frente al Eje. Terminada la Guerra Mundial no consiguió concretar el apoyo unánime de las fuerzas políticas en el exilio para ofrecer un frente unitario republicano frente a la Dictadura de Franco. La falta de política republicana alternativa agudizó la pasividad y la inhibición de las potencias occidentales.
En agosto de 1945 dimitió de su cargo de Presidente del Gobierno de la República en el exilio. Las Cortes reunidas en México eligieron como nuevo Presiente del Gobierno a José Giral. Aunque reprochó la falta de apoyo en los años anteriores, Negrín reconoció al nuevo gobierno.
En 1948, en contra de la opinión de los comunistas y otras fuerzas republicanas, Negrín defendió públicamente que el Plan Marshall para ayudar a la reconstrucción de Europa incluyera a España: "soñar con el restablecimiento de la República a través del hambre y del empobrecimiento de España es un error", escribió Negrín en la edición europea del New York Herald Tribune.
"Desde 1936 hemos coincidido con los rusos en muchos objetivos, pero ellos saben muy bien - porque me he cuidado de que se enteren - que nuestras últimas finalidades y nuestras concepciones políticas eran distintas, en muchas ocasiones opuestas", declaró Negrín al diputado socialista durante la República Ramón Lamoneda.
Como una prueba más de su independencia y pragmatismo, dispuso que a su muerte se entregara a las autoridades españolas toda la documentación relativa al envío de las reservas de oro del Banco de España a la Unión Soviética durante la guerra civil, para probar que la venta se ajustó a la legalidad republicana, que comenzó pocos días después de la sublevación militar, que Francia había comprado una cuarta parte y que se había gastado para sostener el esfuerzo de guerra republicano. La entrega de esa documentación fue un gesto criticado por el exilio y silenciado primero y tergiversado después por las autoridades franquistas, que preferían mantener la leyenda del oro español robado por los republicanos y entregado a Moscú.

(Publicado en "El Diario Montañes", 30.07.08)

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